Las melodías «Amor Eterno» y «La Cruz de Madera», se logran escuchar a metros de distancia; los puestos de venta de flores se extienden a lo largo de la avenida Lempira, los vendedores de comida que se apostan en la zona anuncian con fervor el menú disponible para todo el día; así llegamos al Cementerio General San Pedro Apóstol. Es Día de los Muertos y este emblemático lugar de la ciudad industrial lo sabe.

Otro 2 de noviembre ha llegado, y con él los actos tradicionales que este día se celebran para honrar la memoria de quienes han partido. Familiares y amistades llegan desde muy temprano al cementerio más antiguo de San Pedro Sula, portando ofrendas florales y coronas, comida y algunos, hasta acompañados de mariachis.

Muchos de las personas que comercializan arreglos florales y otros productos en las afueras del cementerio, tienen más de 40 años llegando todos los 1 y 2 de noviembre y en otras fechas conmemorativas a este lugar, para agenciarse un ingreso extra y con la firme esperanza de venderlo todo.

Lo más seguro, es que al llegar se encuentre usted con don Gregorio, el panteonero, quien de manera muy jovial atiende cualquier pregunta sobre el lugar, y no es para menos después de 25 años trabajando ahí, don Gregorio conoce perfectamente las más de siete manzanas de terreno como la palma de su mano.

Al interrogarle sobre la tumba más antigua del lugar, nos dijo que en sus recorridos ha encontrado tumbas que datan de 1874. En nuestra propia aventura, caminamos un par de horas entre sus sepulcros y mausoleos, logrando ver algunos de 1927. También, frente a un imponente árbol de uva de mar encontramos el lugar donde descansan los restos de Miguel Paz Barahona, conocido médico y político hondureño, presidente de Honduras de 1925 a 1929; el barrio donde se ubica este camposanto, lleva su nombre.

Este lugar también acoge los restos mortales de ex militares, escritores, políticos, entre ellos Juan Fernando López y Antonio Guillén, ex alcaldes de San Pedro Sula. El cementerio está dividido en tres sectores: los mestizos, los judíos y los chinos, ahí la diversidad cultural es notoria en las estructuras de sus tumbas.

Muchos se preguntan si todavía entierran en este lugar, pues se sabe que desde hace mucho ya no hay espacio. La verdad es que está cerrado para la venta de lotes, pero si sepultan a quienes ya tenían comprado el espacio, siempre y cuando tengan toda la documentación en regla.

A nuestro paso, decenas de personas van y vienen; familias enteras se reúnen en las sepulturas de sus seres queridos para hacer limpieza, pintar, dejar flores e incluso, comen sobre sus tumbas, recordando anécdotas del fallecido. Muchos se quedan ahí, hasta que el sol se oculta.

Las preguntas surgen naturalmente, a medida que recorremos el lugar le consultamos a don Gregorio si es verdad todo lo que se cuenta de estos lugares y de las cosas que ahí suceden al caer la noche. Muy jocosamente nos dice, que le asustan más los vivos pero que si, muchas veces ha llegado a sentir “cosas extrañas” pero prefiere no prestarles atención.

Don Gregorio tiene también en su memoria experiencias tristes, relata que en un par de ocasiones ha encontrado personas que llegan a visitar a un ser querido y fallecen ahí, al pie de la tumba, «a causa de la emoción quizás por un recuerdo y que su corazón no ha podido resistir», según relata.

Se sabe que este lugar data del año 1852, fecha que muchos no consideran correcta, pues creen que se creó mucho antes. Entre las historias contadas por vecinos del sector, unos dicen que antes en la avenida Lempira se enterraban a los muertos y que el camposanto se fue extendiendo hasta lo que hoy en día es.

Lo cierto es que este es el cementerio más antiguo de San Pedro Sula y dónde las tradiciones perduran al paso de los años. Sepulcros, monumentos y sus muros, son testigos mudos del peregrinaje de cientos de personas que hoy, todavía entre lágrimas recuerdan con amor a quienes ya no están en este mundo.