Miles de hondureños crecieron jugando al trompo, la rayuela, a los marbles, al enchute o bien, al papelote o al yoyo. Cómo olvidar todos aquellos momentos en los que lo único que importaba era divertirse y pasarla bien con los amiguitos.

Interminables horas en las que los minutos parecían no pasar, cada segundo jugando era una satisfacción para la vida, una alegría que en aquel entonces se pensaba sería eterna; imposible de terminar algún día.

Hoy, nos daremos cuenta que aquello que para muchos de nosotros era parte fundamental de nuestro día a día, para las nuevas generaciones son distracciones anticuadas y obsoletas, pues con el uso de las nuevas tecnologías y con el arribo de la era digital, lo que parecía inmarcesible hasta cierto modo, en la actualidad, ha dejado de florecer en Honduras.

Y porque recordar es volver a vivir, en esta maquina del tiempo convertida en palabras, lo llevamos a dar un repaso por aquellos juegos para lo que que no necesitábamos Internet o un ordenador, solo a nuestros amigos, la voluntad y las ganas de divertirnos.

¡Vamos a jugar!

Rayuela

Aquel juego que consistía en dibujar una serie de cuadros en la tierra o en la calle y en el que nuestro mejor aliado era el famoso «tejo». Una distracción sencilla con la que indudablemente nos divertimos, reímos y quizá, hasta nos enojábamos, pero nunca sin perder de vista nuestro objetivo, que era pasarla bien mientras jugábamos.

La emblemática rayuela no podía dejarse de jugar a la hora del recreo.

El trompo

Uno de los más representativos de Honduras, definitivamente, quien no jugo trompo como dirían coloquialmente «no tuvo infancia».

El  juguete consistente en una peonza acompañada de una cuerda. Enrollando la cuerda alrededor del trompo y tirando violentamente de uno de sus extremos a la vez que se lanza el conjunto contra el suelo, se consigue que el trompo rote sobre su punta, manteniéndose erguido y girando en el suelo.

Tazos

Esas figuras circulares con dibujos de caricaturas que tanto nos gustaban, y se encontraban dentro de los «churros». Se hacia de todo por ganar, entre mayor cantidad de tazos tuviésemos mayor era nuestra alegría, la cuarta de nuestra mano era el pase que nos llevaba a conservarlos o a tenerlos. No cabe duda que era una de las mejores pasatiempos.

No cabe duda que jugar tazós era uno de los mejores pasatiempos.

Saltar la cuerda

Al salir al recreo era casi imprescindible no jugar a la cuerda, no faltaba quien apostará diciendo que sería quien más número de saltos resistiría. Este es otro buen juego por el que bien valdría la pena volver a ser niño.

Papelote

El aire era nuestro mejor compañero cuando se jugaba al papelote. Correr por el patio o por alguna zona abierta que permitiera realizar la dinámica sin problemas era muchas veces parte de la diversión.

Cuando el papelote se elevaba, junto con él también se elevaban nuestro entusiasmo, verlo en el aire era el logro del día y la satisfacción que nos hacia dormir dormir felices.

Ver volar nuestros papelotes era una satisfacción difícil de explicar.

Yoyo

En el yoyo nuestra mejor arma eran los trucos y piruetas que con él se lograban realizar. Los más hábiles lograban hacerlo patinar en el suelo. El popular truco del perrito o el columpio formaban parte de nuestros retos a superar, conseguir hacerlos nos hacia sentir los reyes del mundo.

Yo-yo, el famoso juguete hecho a base de madera u otros materiales, alrededor de la cual se enrolla un cordón que, anudado a un dedo se hace subir y bajar alternativamente.

Los Marbles

«Está atrás de la raya», «hubo mano negra», «limpias y sucias», expresiones de las que no se podían prescindir si se jugaba a los marbles o canicas , como también se les conoce. Cualquier lugar era bueno para jugarlos, pero no cabe duda que en la tierra era donde más se disfrutaba.

Jugar o coleccionarlos, en cuanto a los marbles ambas cosas eran divertidas.

Cada uno de todos estos juegos, al igual que el enchute, los yaxes, el huevo y  la cuchara o para los que solo necesitábamos nuestro cuerpo como: las estatuas, bola de nieve, fusilado, las ollas, las escondidas, etcétera, encostalados, hula hula, etcétera, consiguieron e hicieron de nuestros primeros años la mejor época.

Si bien es cierto, conforme crecemos las cosas cambian a nuestro alrededor; familia, lugares, costumbres, amigos. Se suele decir que nada es para siempre, pero no es cierto, sí que hay cosas a las que damos un valor especial, cosas que nos definen, que forman parte de quienes somos y que nos acompañarán siempre.

Algunas de esas cosas son todos esos juegos, que hoy son una bonita tradición que deberíamos disfrutar cada vez que podamos, tratando de nunca olvidar ese niño que todos llevamos dentro.