En una casa de gruesas paredes y tejado ennegrecido por el tiempo, como muchas de la comunidad, vive doña Elisa Pineda, una señora de cabellera grisácea, quien a los siete años comenzó a doblar las hojas puntiagudas del junco después de blanquearse bajo el sol.

Todo el mundo conoce a doña Elisa Pineda por ser una de las vecinas con más experiencia en la elaboración de sombreros y otras manualidades de junco.

Aprendió viendo a su madre, quien sostenía la casa haciendo sombreros. “Yo hacía lo que miraba, mi mamá no me quiso enseñar por no atrasarse”, comenta la mujer mientras teje en una horma de madera la copa de un sombrero. Casi en todas las casas de esta comarca en el sur del departamento hay alguien trabajando el junco, planta que verdea en los alrededores gracias a la humedad que prodigan sus montañas henchidas de agua.

Pocas personas se dedican a otras actividades en Ceguaca, Santa Bárbara, aunque todas saben hacer sombreros con la materia prima de esta planta. Si no los hacen es porque “saben que cuesta ver un sombrero terminado”, dice.

A ella le lleva hasta dos días hacer uno, dependiendo del tipo de sombrero porque los hay de alas anchas como las charras o calados, que son más entretenidos.

No es fácil. Elaborar un producto de junco requiere un paciente proceso que comienza con el secado de los cogollos que se cortan de la planta. No se usan las hojas de las orillas; más bien se desechan, explica.

Con la uñas se deshilachan las hojas de los brotes de la planta para convertirlas en hebras que luego se tejen utilizando una aguja de hueso de vaca. Entre más finas son las hebras, más fino es el sombrero, y por supuesto más costoso, explica doña Elisa Pineda.

De la horma, la copa pasa a un molde hecho en forma circular en la superficie de un banco de madera. Allí se mete la copa para hilvanar el ala o falda de la prenda típica.

 

“Cerros de agua”

Ceguaca se encuentra en un nicho de montañas que alimentan de agua a esta apacible comunidad, cuyo nombre significa “cerros de agua”, según dice Cruz Rivera, otra experta en el arte de hacer sombreros.

La señora Cruz Rivera es otra de las expertas en elaborar sombreros y charras de junco.

Ella representa a un enjambre de tejedoras aglutinadas en la organización llamada Flor del Junco. Es como una especie de cooperativa de artesanas, quienes incluso trabajan para empresas reconocidas que les dan el acabado a los productos.

Por eso sus artesanías estuvieron presentes en el Consejo Empresarial de América Latina (Ceal) en la ciudad de Tela en marzo pasado con la asistencia de dos mandatarios y empresarios de 16 países. Allí estuvo ella vestida típicamente para mostrar las artesanías, patrimonio de su comunidad.

A esta comarca se llega por la carretera que de la cabecera departamental de Santa Bárbara conduce a Pito Solo, en la orilla del Lago de Yojoa. Tras tomar el desvío a mano derecha comienzan a verse las plantaciones de un verde encendido que caracteriza al junco antes de ser procesado.

En algunas aceras y en las cercas de las casas se ven los cogollos de hojas que los vecinos ponen al sol para que adquieran el color y la textura requerida en la elaboración de las artesanías.

La mayor parte de los sombreros tienen el color natural del junco seco, pero los hay también coloridos por la magia de la anilina que se les aplica a los cogollos deshilachados.

En la parte alta del poblado está el parque, donde un enorme higo de ramas retorcidas domina el panorama y atenúa con su sombra el calor del mediodía.

La iglesia donde se venera a la Virgen María de Los Ángeles está al frente, pintada casualmente con el amarillo del junco seco.

El templo y las calles se llenan de feligreses el 2 de agosto, cuando se celebra la feria patronal, pero durante todo el año llegan personas en peregrinaje de todos lados buscando los sombreros de junco. No en balde le dicen a Ceguaca la capital del junco.

 

Ilama, cuna de los sombreros de palma y lirio

Los sombreros de hoja de palma son otras de las artesanías que surgen de las manos laboriosas de los santabarbarenses. Son más fáciles de hacer y más baratos que los sombreros del noble junco.

Un puesto de productos artesanales, hechos en Santa Bárbara, a la altura de Ilama.

Mientras Ceguaca es considerada la cuna de los sombreros de junco, Ilama lo es de los sombreros de palma que usan sobre todo los campesinos para trabajar.

La materia prima para elaborar esta prenda es una palma silvestre que los vecinos llaman guano y coyolillo, la cual se pone a secar antes de trabajarla.

A la salida de Ilama, en la carretera que conduce a Santa Bárbara, están expuestos al aire libre sombreros y otros productos hechos de palma, como petates y asientos para carro, junto con otras artesanías pateplumas. En Ilama también hacen sombreros del lirio acuático que asfixia al Lago de Yojoa.

 

 

Tomado de Diario La Prensa