Entre montañas y cañones yace un misterioso y bello pueblo llamado La Campa, residencia de un poderoso señor: San Matías. Y es San Matías a quien que he venido a buscar desde tan lejos.

Poner un pie dentro de la Iglesia de San Matías es una experiencia irreal. Esta iglesia se ubica en el pueblo de La Campa, departamento de Lempira; exactamente a 16 kilómetros desde la ciudad de Gracias por una carretera que aunque difícil por momentos, ofrece una gran recompensa finalmente. La devoción es tan obvia aquí en estos rostros de orígenes lencas, que convierte la experiencia en sublime.

Los cientos que estabamos ahí teníamos un solo propósito; ver al milagroso San Matías. La feria de San Matías en La Campa es una de las celebraciones religiosas más grandes y mejor conservadas de Honduras.  Pese a la multitud devota, decidí acercarme a ver al Santo.

San Matías es el décimo segundo apóstol que entró a la historia al sustituir a Judas Iscariote, y según sabemos su elección se dio por sorteo. Milagroso entonces y ahora, se escuchan historias de cómo este santo tiene especial efecto sanando enfermos. Basta con hablar con uno de los amables peregrinos; todos cuentan historias extraordinarias de milagros cumplidos.

Esta celebración multitudinaria ocurre del 22 al 24 de Febrero de cada año. Algunos peregrinos acuden a lomo de bestia, un bus o caminando por kilómetros, todo por pagar la promesa de visitar a San Matías año tras año. “Vengo desde hace 19 años; mi Santo me salvó de la muerte y prometí venir todos los años” dice Isabel, de Santa Bárbara quien sin esfuerzo viaja “16 leguas” todos años. ¿Lo sorprendente? Isabel perdió sus piernas durante su enfermedad. Me previno sobre la poca simpatía que San Matías tiene por las fotografías, pero proseguí mi camino para acercarme.

Todos hacen una fila por horas para ofrendar algo de dinero (a veces equivale al salario de varios días)  y pedir un favor personalmente al santo. Frente a frente con San Matías  preparé el equipo para tomar una fotografía. Observé como todos recibían una reliquia como recuerdo de la experiencia. Cuando me preparaba a disparar la cámara, sorprendentemente el fluido eléctrico se interrumpió. Era muy cierto, San Matías es poderoso y no le gustan las fotografías.

Venir a La Campa es una experiencia indescriptible,  una experiencia conmovedora. Presenciar las historias de sanación que aquí se muestran es un privilegio que pocos tienen, pero es una invitación abierta a todo aquel que desee ser testigo. Vine a este lugar sin creer, y partí como parten todos los peregrinos, con la esperanza de que la promesa se cumpla y el anhelo de ver nuevamente a San Matías en un año. Me llevo mi reliquia y los recuerdos de La Campa grabados para siempre.

 

 

Por Dany Barrientos