“El pescado se baña en ajo y especias, se pone a freír, y la leche de coco hierve en la cocina cuando mamá Nicha camina por la habitación. «¡Ahora huele a cocina garífuna!» proclamó. A los 75 años, esta incansable líder de la comunidad garífuna preside una casa ocupada y escuela de idiomas en la ciudad costera de La Ceiba, Honduras. Ella estaba a punto de dar una lección a los jóvenes que aspiraban a agregar inglés al español y garífuna que ya hablaban.
Dionisia «Mama Nicha» Amaya-Bonilla y sus estudiantes son garífunas, descendientes de africanos y los nativos americanos que viven en una nación dentro de las naciones, a lo largo de la costa caribeña de Honduras, así como en la vecina Belice, Guatemala, Nicaragua y, en la actualidad, varios ciudades de Estados Unidos. La historia más común de sus orígenes habla de barcos de esclavos que se hundieron a principios del siglo 17, y de los africanos que escaparon de los naufragios y nadaron hasta la isla de San Vicente, se mezclaron con los indígenas caribes para prosperar los siguientes 100 años.”
Así inicia un interesante relato publicado recientemente en el prestigioso portal culinario www.saveur.com. Betsy Andrews, escritora de este artículo, narra su experiencia dentro de una aldea garífuna en La Ceiba.
Dado a que este es un portal dedicado a la comida a nivel internacional, Andrews describe de forma precisa cada olor, textura y sabor de los platillos que encuentra en su camino entre ellos el sabroso Casabe, mejor conocido como pan de yuca.
Betsy fue guiada por Lina Martínez, una afrodesciendiente que cuenta sus vivencias en la aldea y en su nuevo hogar en la ciudad de Bronx, Estados Unidos. Lina explica como los más de 200,000 garífunas luchan por un futuro mejor en esta tierra del norte de América.
Música, expresiones autóctonas y toda la cultura se desglosa en esta larga pero muy entretenida narración. En uno de los diálogos, la comunidad garífuna explica los problemas y desafíos a los que se enfrentan diariamente. Dada su historia de luchas y esfuerzos por progresar, esta humilde población demuestra la fuerza y espíritu de superación que tienen como grupo.
Las creencias religiosas no podían faltar. Andrews expone varias filosofías de vida y formas de pensar de los aldeanos, el hermoso relato concluye con una oración a Dios y a los ancestros garífunas en agradecimiento a la vida y los alimentos.