Vaya a Google y coloque la palabra “Guanaja”. La información (y fotografías) que encontrará es escasa y no le rinde suficiente honor a la hermosa isla. Si la gran era de la informática deja a un lado este destino de verano, en las costas hondureñas, entonces una cosa es segura: ¡Este es el sitio para ir! Es el hecho que no aparezca mencionada en los itinerarios de viaje lo que precisamente la vuelve más seductora.
Cuando mi diminuto avión me dejó entrever el panorama, mis ojos no daban crédito. Guanaja no escatima encantos para recibir a los visitantes. Montañas repletas de pinos (la montaña más alta del archipiélago, con 500 m, está aquí) y un cinturón de arena blanca con playas turquesa, es lo primero que verá. Para terminar de causar el efecto “estoy-en-un-lugar-exótico”, el aeropuerto es una pista artificial, al pie de una montaña, sobre un canal acuático que divide la isla en dos. Este modestísimo aeropuerto recibe y despacha vuelos diariamente hacia el interior del país. El avión es el modo más expedito y confortable para llegar; luego de 25 minutos arribará desde La Ceiba, el único sitio con conexión directa con este paraíso.
Guanaja se ubica al lado de Roatán y, junto con Utila, conforman un pequeño pero seductor archipiélago. Por debajo de la isla la segunda barra coralina más grande del mundo tiene lugar; un universo multicolor poco explorado. Su ubicación más distante la tornó en la isla menos visitada. Y ese es su mayor encanto: Guanaja tiene los mismos encantos de sus islas hermanas…pero no las cantidades de turistas. Por lo que de inmediato sentirá que usted es el propietario de tan grandioso pedazo de edén.
No hay carreteras o automóviles; el medio de transporte principal es el bote. Hace años la isla y las aguas circundantes fueron declarados Monumento Nacional Marino por lo nadie vive en Guanaja. ¿Dónde están sus pobladores? El 90% vive en Bonnacca Cay, uno de los 15 cayos dispuestos en un cinturón imaginario frente a Guanaja.
Por los siguientes cuatro días me dediqué a enamorarme de este sitio. Mis días me llevaron por hermosos cayos de palmeras, arena blanca y playas solitarias; recorrer Guanaja en un bote en busca de algo para comer o de otra playa para nadar. Si hay algo de lo que Guanaja no adolece son hermosas riberas y los rincones para hacer snorkel son abundantes. El deber de un turista es solo levantarse a desayunar algo delicioso y como siguiente paso: pasar el resto del día en una playa. Podrá repetir el proceso en los sucesivos días la embarcarse para recorrer Guanaja en busca de una playa kilométrica y solitaria. Un estilo de vida idílico que por momentos hace pensar las historias de los millonarios griegos que pasean de isla en isla, en Grecia, buscando playas donde nadar plácidamente.
Las noches lo guiarán hasta lindos y caribeños barcitos de merengue, calipso y regué donde uno se puede diluir entre los locales y sentirse como en casa. ¡Qué cielo tiene Guanaja cada noche! Una bóveda oscura y repleta de astros celestes y de estrellas fugases.
Por Dany Barrientos