En su ruta desde Alaska hasta La Patagonia, Cristián y Claudia, dos chilenos aventureros, recorrieron buena parte del territorio hondureño en su Ford F-150, que cariñosamente han apodado Dora. Además de ser su método de transporte, el camper del «pick-up» ha sido su hogar durante el año viajando por el continente. Este viaje por tierra representa muchas oportunidades para tener encuentros con todo tipo de personas, de todos los caminos de la vida – incluyendo algunas autoridades policiales del país. Lea las impresiones de Cristián Riquelme, compartidas en su blog acerca de su experiencia tratando con la policía en Honduras:

 

En diferentes páginas web con respecto a manejar las Américas la información con respecto a la policía era siempre la misma: «Van a sacarte plata, con las luces, extintores, triángulos y cualquier cosa, y cada 20 kilómetros.» Además conocimos a un viajero que la policía le hizo la vida imposible manejando. Teníamos esta información de buena fuente.

Pues bien, hace no más de unos meses la policía recibió estrictas ordenes del mismo presidente de la República de Honduras para no molestar a turistas, y si es que algún policía recibe un reclamo de algún turista alegando pagos indebidos (léase coima) sería destituido de su cargo a la brevedad.

Buena noticia, teníamos esta información fresquita cuando dentro de una fila de más de veinte autos, nos pararon solo a nosotros:

«Buenas tardes!»

«Buenas tardes!»

«Hacia donde se dirige?»

«Hasta Chile»

«De donde viene?»

«De Alaska.»

El policía quedo en silencio revisando los documentos del auto y mi licencia, fue a revisar las patentes y no sabía qué hacer. La conversa duró diez minutos, y preguntas como, «donde duermen? qué comen? quién maneja?» Y entre risas y preguntas, con una sonrisa en el rostro nos hacían “chaito” con las manos en el aire. Esto se repitió durante muchos controles, en donde ni siquiera nos paraban.

La policía era muy amable y jamás nos molestaron. La guinda para la torta fue el día antes de cruzar la frontera a El Salvador. Manejábamos por unos caminos muy malos para llegar al pueblo de Nueva Ocotepeque, a pasos de la frontera con El Salvador. Pasaríamos la noche ahí antes de hacer frontera.

No encontramos camping ni bomberos y no sabíamos cómo era la plaza en la noche para estacionar. Decidimos entonces estacionar frente a la policía para estar seguros. Me baje a preguntar y con una sonrisa en el rostro, abrazos y muchas preguntas, dormimos afuera de la jefatura de policía, escoltados por un policía y algunos militares.

Nosotros pensábamos que el pueblo de Nueva Ocotepeque sería peligroso ya que esta en el triángulo de las fronteras de los países supuestamente más peligrosos de Centroamérica, Guatemala, Honduras y El Salvador. Muy por el contrario, era un pueblo sano, lejos de cualquier conflicto y con una policía digna de sacarse el sombrero.

La policía de Honduras es la más amistosa de todo el viaje hasta el momento y nos llevamos un buen recuerdo de ellos.

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