Estoy sentado en el suelo conversando con doña Belinda, mientras ella llena de tierra fértil, una a una, las bolsas con plantas ornamentales que se venderán ese fin de semana. El fin de semana es cuando más turistas llegan a Santa Lucía a comprar flores.

El municipio de Santa Lucía está contiguo al Distrito Central. Cerca, pero convenientemente distante. Ubicado a 545 metros sobre la altura de Tegucigalpa, el pueblo y las aldeas cercanas respiran aire fresco y limpio casi todo el año. La gente usa suéter en las noches, por las mañanas, y no le extrañe, si viene, gozar de madrugadas con temperaturas rondando los diez grados centígrados allá por diciembre o enero.

Con ambientes tan agradables y rodeado de cerros nublados (cerca del 50% del Parque Nacional La Tigra está aquí) el municipio es famoso entre otras cosas por sus flores. Santa Lucía es un pueblo donde se venden flores y plantas por aquí, por allá y en la carretera.
De hecho, como yo vivo felizmente en estas montañas, uno de mis grandes placeres es ir a comprar plantas y flores o hacer la jardinería de mí casa (o lo que yo pienso que es jardinería. Que conste).

Por ejemplo, cuando uno viene por la carretera en el kilómetro 9 hay dos o tres viveros que es una delicia visitar para comprar geranios, mantos, margaritas, camarones o agapantos. Todas son plantas con flores todo el año que necesitan sol y agua cada día. Ideales para maceteras pequeñas o jardines reducidos y fáciles de manejar diariamente.

Hay personas que prefieren las plantas de sombra. Palmeras arecas, loterías, cafetos o baby dolls están siempre a la disposición en cualquier vivero del municipio. Pero claro, un jardín debe tener también pequeños cercos de madera o piedras decorativas o artesanías de barro hechas en Valle de Ángeles (nuestros otros vecinos municipales). Todo eso se adquiere en Santa Lucía.

Comprar plantas con flores es una ciencia y un placer. Pero es algo que no hago todos los fines de semana. Lo que sí trato religiosamente de hacer (aunque, debo aceptarlo, a veces soy un poco ateo) es comprar flores en la carretera todos los sábados muy temprano.

En el mismo kilómetro 9, en una zona que se llama Santa Elena, venden en la orilla de la carretera lo mejor de los alrededores. Aquí se pueden comprar las flores típicas de Santa Lucía: cartuchos blancos, inmortales, siempre vivas, varsovias, azucenas y agapantos. ¡Qué belleza!

Las inmortales son de colores orgullosos y pueden vivir sin agua entre quince días y un mes. Las siemprevivas son modestas, pero de colores limpios, ideales para un escritorio dentro de la casa. Las varsovias son para jarrones altos y los cartuchos se adaptan bien a los jarrones anchos si se le corta un poco el tallo a cada flor.

Y por supuesto hay lugares donde comprar para todos los gustos y bolsillos. El Vivero Lety, Vivero y Artesanías Gloria y el Vivero Nelson son de precios cómodos y de los más antiguos. El Café Jardín es para gustos más sofisticados porque tiene muy buena cafetería, mejor restaurante y escenarios maravillosos para leer un buen libro, tomar café, comprar flores y disfrutar la montaña.

Todos están en la carretera, antes de llegar al desvío que lo conduce al pueblo. Me gusta mi pueblo. Me gustan las montañas de Santa Lucía y me gusta platicar con doña Belinda.

 

 

Tomado de Diario La Prensa