El interior del fuselaje de un viejo F-27 ha sido transformado en un novedoso avión restaurante en Tocoa, Colón.
Esta aeronave, además de expresar el ingenio y la creatividad de su fundador, es un recuerdo de la historia reciente de este municipio donde los aviones y trenes fueron motores de su ahora incipiente economía.

Fabricado en Canadá, este avión dejó de funcionar hace una década. Su armadura original diseñada para atender pasajeros ahora ha sido remodelada y acondicionada para recibir comensales.

Esta obra que ha venido a romper los servicios convencionales que hasta hace dos semanas se ofrecían en Tocoa es también una ofrenda de su creador al turismo interno de la región.

Aníbal Flores es el artífice de este proyecto. “Lograr traer un avión de esta magnitud a esta ciudad era la gran interrogante, pero cuando uno se propone logra lo que quiere, y fue así como empecé en este año a darle forma a este sueño”, cuenta Flores.

El primer paso fue localizar el avión; luego ver si estaba en venta. “Las autoridades investigaron el propósito para el cual yo lo quería, y después autorizaron a la empresa a vendérmelo.

De inmediato empecé a desmantelarlo con grúas y luego trasladarlo por partes en ocho rastras hasta este lugar”, recuerda el inventor. Sin ningún conocimiento más que la pasión por hacer realidad su obra más deseada, él mismo lo desmanteló y lo armó, transformándolo tal como lo había soñado.

Hoy este avión instalado en un espacio de media manzana a orillas de la carretera CA-13, en el barrio el Centro, se encuentra a pocos metros donde en el pasado funcionó la estación del ferrocarril y la pista de aterrizaje.

Su creación es una evocación a la historia local en una ciudad donde en los tiempos modernos no ofrece las posibilidades a las nuevas generaciones de conocer, tocar y apreciar un avión.

Hasta en la década de los 80, Tocoa recibía en su pista aviones privados y de la desaparecida línea aérea Servicios Aéreos de Honduras S.A. (Sahsa).

“Es la primera vez que veo un avión por dentro. Es un lugar muy interesante y una opción que tenemos para distraernos en cosas diferentes sin salir a otros lugares”, relató José Duarte, vecino de Olanchito.

 

Mundo imaginario

Remodelada y adaptada para su nueva función, esta aeronave tiene la capacidad para albergar a unas 38 personas en 12 mesas. Su cocina con preferencia por los mariscos y otros platos exquisitos es un lugar reservado para los que buscan experiencias diferentes.

Bajo un ambiente climatizado, la atención está a cargo de un grupo de azafatas que se han tomado en serio su labor en tierra.

“Bienvenido a bordo, a qué destino desea volar?, son las palabras de recibimiento que invitan al comensal a ser parte de ese mundo imaginario que inspira este lugar.

“La gente cuando conoce el lugar se admira y les gusta la forma de cómo los tratamos y de cómo nos vestimos. Algunos se han tomado fotos con nosotros y nos preguntan de qué país somos”, cuenta Waleska Bustillo, una de las seis jóvenes que atienden en este lugar.

Entre saludos, llamados y música suave a través de los parlantes, hacen que la estadía de los clientes dentro del lugar sea como si se tratara de un vuelo real. Los controles de mando y los detalles originales de esta máquina han sido conservados a fin de que los visitantes conozcan cómo son estas máquinas por dentro. Abierto de martes a domingo desde las 10:00 am hasta las 10:00 pm, este lugar se ha convertido en la atracción de esta ciudad.

“Es una obra que ha venido a darle un nuevo rostro a la ciudad, conocida más por los conflictos agrarios, narcotráfico y crimen organizado”, explicó Flores.

Este avión con matrícula hondureña HR-ATI es un F-27. Fue propiedad de una empresa aérea de La Ceiba, dejó de operar en 2003.

 

 

Tomado de Diario La Prensa