Cristián Riquelme y Claudia Quinzio decidieron vivir la aventura que muchos han soñado y pocos han embarcado: dejaron sus vidas en Chile para recorrer el continente americano, de punta a punta. La aventura comenzó en Vancouver, Canadá y acercándose a cumplir un año de trayecto, los ha traído hasta Honduras.

Para realizar el viaje, se despojaron de sus bienes, se despidieron de sus familiares y amistades, renunciaron de sus trabajos y al llegar a Canadá, compraron un vehículo Ford F-350 y un camper que han convertido en su hogar sobre ruedas. “Se trata de renunciar a todo y empezar de cero,” explican.

El camper contiene lo básico para el alojamiento de sus dos pasajeros y mantienen un presupuesto estricto para financiar un viaje de esta duración. Eso ha significado reducir costos de hotel haciendo camping y durmiendo en su camper y prescindir de algunos artículos cotidianos, como por ejemplo una línea de teléfono: “No tenemos un teléfono, pero cuando hemos necesitado uno, lo hemos tenido disponible.”

 

Definiendo la ruta

El viaje fue planeado y preparado por la pareja durante aproximadamente año y medio. Sin embargo, aunque el destino inicial y final están definidos, la ruta ha surgido a medida que van relacionándose con nuevos amigos y reciben recomendaciones de otros viajeros.

“Lo más difícil fue partir,” comparte Claudia. Pero una vez puestos en el camino, expuestos a diferentes experiencias, ella asegura: “no me arrepiento ni un segundo”.

Su viaje ha sido enfocado en sus experiencias y relaciones con las personas que van conociendo en el camino. Es una oportunidad para ver miles de realidades, empaparse de culturas diferentes y descubrir lo que Cristián llama “códigos superiores a las fronteras”, esos valores e ideales intrínsecos de la humanidad que nos hacen a todos iguales en esencia.

Han conocido a compatriotas chilenos radicados en los países que han visitado, han hechos muchas amistades nuevas y sí, han conocido varios hondureños también. De hecho, entraron a Honduras por la frontera de Corinto, a recomendación de un nuevo amigo hondureño que conocieron en Guatemala; y terminaron decidiendo visitar San Pedro Sula tras la invitación de una nueva amistad conocida en Utila.

“La gente hondureña es servicial, son personas con ganas de conversar, humilde y serena, que quiere demostrar al mundo que Honduras no es lo que se percibe en el extranjero o se transmite por los medios.”

 

La ruta hondureña 

Después de cruzar la frontera de Guatemala-Honduras por Corinto tuvieron un descanso de mediodía en Omoa. “Las playas son bonitas, bañamos y vimos un atardecer muy lindo,” relata Cristián.

Luego, continuaron su camino para conocer la isla de Utila. ¿Sus impresiones? “Es el paraíso,” comparte Claudia, sin titubeos. “Es un sitio bonito para bucear, por su visibilidad, la luz, la morfología,” agrega Cristián. Además del buceo, recomiendan: las baleadas, la vida nocturna y Water Key. “Es el paraíso en la tierra, el mar turquesa calipso y sus colores de National Geographic.”

Volvieron a tierra firme para disfrutar de cinco días de ecoturismo en la zona de Río Cangrejal, en Atlántida. “Ustedes tienen la dicha de tener ríos con agua tibia, en Chile no tenemos eso. Pasamos un día solo bañando en un río.” Además de refrescarse en las aguas cálidas, realizaron senderismo por el bosque tropical, apreciaron la variedad de aves y vida silvestre de la zona y “escuchamos la cantidad de vida que hay.”

En su blog, comparten: “Honduras nos ha recibido con los brazos abiertos… luego de conocer a unas hondureñas buena onda, nos invitaron a conocer la polémica ciudad de San Pedro Sula. Queremos desmitificar lo que dice la prensa, hasta el momento estamos maravillados con este país y más con su gente!”

¿Qué han hecho en la ciudad? “Ir al cine. Ir al banco. Conversar con gente. Comer baleadas.” El hecho de que este viaje esté enfocado en la experiencia humana y las relaciones con personas los ha llevado más allá de los sitios turísticos convencionales y cuando visitan ciudades, buscan la hacer actividades propiamente de ciudad. Próximo en su lista de actividades: conocer el Mercado Guamilito y quizá un parque acuático.

 

Dejando su granito de arena

En cierto momento del viaje, la aventura se convirtió en una oportunidad para dejar algo en los sitios que visitan. Claudia y Cristián han dedicado tiempo en su viaje para apoyar organizaciones de desarrollo y apoyo social en Baja California, Guanajuato y Chiapas en México y también en Panajachel, Guatemala.

“Los niños son el constante de pureza que hemos encontrado en nuestros viajes,” explican, y es esta la razón por la que han colaborado con organizaciones que apoyan a la juventud. Han impartido talleres de yoga, uno de los muchos dones de Claudia, y actuación, la profesión de Cristián, entre otras actividades de apoyo.

 

¿Qué sigue?

Aún quedan unos días en el país para los aventureros antes de continuar con su recorrido por Latinoamérica. Con una meta propuesta de 90 días en la zona Centroamericana (CA-4), están a la espera, como ha dictado el viaje hasta ahora, que los “tips” y el apoyo de la gente buena que en todos lados encuentran les indique su norte… o sur en este caso.

 

 

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