Un agradable olor a cuero quemado y una nubecita de humo casi imperceptible indican que hay un artista trabajando la técnica de la pirografía en uno de los puestos de artesanías del mercado Guamilito, en San Pedro Sula.

Es Luis Gómez, un sampedrano que sirvió en el Ejército de Estados Unidos y ahora se dedica a atender su centro de artesanías donde – a la vista de los turistas – graba paisajes en cuero y madera a punta de fuego.

En el país del norte conoció las tácticas de la milicia; pero la técnica de dibujar con fuego la aprendió allí mismo en el mercado, viendo cómo lo hacía su maestro Guido Garay quien también expone sus trabajos en el puesto artesanal.
Ambos usan un aparato eléctrico conocido como pirograbador para diseñar motivos artísticos en superficies suaves como la madera y el cuero, regulando la intensidad del calor que desprende la punta.

 

Hermanos artistas

Garay y otros dos hermanos suyos son pioneros en Honduras en este arte que aprendieron sin maestros. “A mí solo me mostraron la máquina”, dice Guido Garay quien además hace retratos con el pequeño aparato, como si de un pincel se tratara.

“No somos una cámara fotográfica, pero a través de esta técnica nos acercamos lo más que podemos a lo real”, dice el pirograbador, nativo de Puerto Cortés.

Solamente pide una fotografía para hacer el retrato delineado en cedro, caoba u otro tipo de madera suave. En algunos casos estos artesanos hondureños le ponen color a los paisajes que graban, incluso en vainas de cuero para machetes.

También elaboran separadores para libros, vaseras de cuero, postales en delgadas láminas de madera y otros suvenirs que van generalmente para Estados Unidos en las maletas de los turistas.

“El dibujo sale de la mente, no copiamos, las agujas solo se encargan de delinear los detalles”, dice Luis Gómez. Cuando estaba en la escuela hacía decoraciones y dibujos, pero nunca se imaginó que algún día pintaría con esta técnica que a la vez es un arte con el que atrae a los turistas.

“Los norteamericanos prefieren todo lo que es hecho a mano, como los pirograbados”, dice el artesano que además sirve de guía a los turistas, gracias a que habla perfectamente el inglés. No en balde estuvo viviendo quince años en Estados Unidos, gracias a que su madre adquirió la nacionalidad norteamericana.

Los trabajos de estos artistas se venden también en otros puestos del mercado Guamilito a diferentes precios, según sea el tiempo empleado en ellos. Hay desde un llavero de 20 lempiras a una Santa Cena de 10,000 lempiras, pero hechos con la misma inspiración.

 

 

Tomado de Diario La Prensa