Me subí a un “ chicken bus”, luego en una “paila” crucé ríos, playas y comunidades garífunas. Después de 8 horas de camino, para finalizar tomé el pipante (bote), con tan solo una visión en mente: llegar a La Mosquitia.

La Mosquitia es de las zonas protegidas más importantes ubicadas el corredor biológico mesoamericano. Para llegar al pulmón de Centroamérica, determinado por la UNESCO como Patrimonio Natural de la Humanidad, todo lo que se necesita es  un gran espíritu aventurero, un poco de agallas y un fiel amor por la naturaleza.

El viaje comenzó en Llamari, una  extensa sabana de pino enclavada en la selva. El eco-lodge quedaba situado frente a una traslúcida laguna de agua dulce, donde se puede practicar kayaking. Al caer la tarde, el cielo se convirtió en escenario de uno de los más bellos atardeceres que he visto en mi vida. Por si fuera poco, en la noche, bajo un cielo estrellado, partimos en canoas y linternas a buscar cocodrilos. La embarcación iba en silencio, apreciando el sonido nocturno de la selva.

La incursión en La Mosquitia continuó al día siguiente con una nueva meta: adentrarnos en el río Plátano rumbo a la comunidad Pech de Las Marías. Ya allí, hicimos un paseo en canoa subiendo para ver los misteriosos petroglifos que están en rocas a la orilla del río. Al día siguiente el plan era hacer hiking por los senderos de la jungla tropical, un excelente spot para realizar birdwatching. Mientras caminábamos, algunos chubascos repentinos nos refrescaban el cansancio. Daba la sensación de estar en un sitio salvaje, con paisajes inalterados apenas tocados por el hombre.

Para culminar, no podía dejar de visitar Plapaya, la comunidad Garífuna que habita en La Mosquitia. Un lugar para deleitarse con menesteres preparados de las manos garífunas, entre sopas de pescado y machuca me percaté que sazón como ese no existe otro igual. Me cautivó la simpatía de los niños de  Plapaya, ¡son absolutamente encantadores!

Hay algunas precauciones muy importantes que se deben tomar al visitar La Mosquitia. En primer lugar en esta zona existe la malaria y es recomendable antes de viajar  tomar un tratamiento anti paludismo. El repelente es indispensable, recuerde llevarlo a todas horas. Un sombrero y una camisa manga larga le protegerán del fuerte sol. Un capote es una buena idea, ya que las lluvias en la selva son completamente impredecibles. Si lleva cámaras, no olvide empaquetarlas en bolsas ziploc.

Toda esta gira culminó en una exposición fotográfica en Tegucigalpa, en septiembre del 2008. La muestra tenía el objetivo de acercar la lejana Mosquitia a la caótica  urbe. La Mosquitia es un lugar que perdura en la memoria del forastero, visitarla es  un privilegio de pocos. La Mosquitia siempre será un lugar especial para mí, un sitio que me mostró cosas hermosas que jamás vistas. Y me dio la oportunidad de formar una exposición fotográfica; las fotografías que aquí  comparto fueron capturadas durante mis andanzas por las selvas hondureñas y formaron parte de la muestra fotográfica en «Tegus».

 

 

Por Laura Bermúdez