Por Laura Bermúdez “Es la mujer de más talento que posee Honduras y este es su mejor elogio tratándose de un país donde no hay mujeres tontas…” Froylán Turcios.

Corría el año de 1873 en la pequeña ciudad de Danlí,  cuando estaba por nacer la más importante novelista en Honduras: Lucila Gamero de Medina. En ese tiempo Danlí era una pequeña ciudad campestre, tierra de poderosos hacendados y familias de fuerte linaje español. Era una comunidad hermética y  conservadora; una época muy sombría para las mujeres, porque estaban sometidas desde que nacían a un destino opresor impuesto por la  misma sociedad. ¿Estudiar? ¿Opinar? Eso era inconcebible.

La pequeña y brillante Lucila (o más conocida como “Lila” entre sus familiares) era una ávida lectora de los grandes clásicos de la literatura. Desde los trece años de edad, se atrevió a dar rienda suelta a sus fantasías a través de su puño y letra. Ella emprendió su aventura como escritora abriéndose paso en el mundo intelectual dominado por los hombres, enalteciendo así  el valor de la mujer en la sociedad hondureña.

Publicó su primera novela en 1897 “Adriana y Margarita” (considerada por muchos la primera novela en Honduras) y en  ese mismo año escribe “Páginas de corazón.” Pero fue “Blanca Olmedo”, la trágica historia de amor que  hizo llorar a muchas jovencitas de su época, la novela que la consagró.

Pero la versátil Lucila, además de su desbordante talento en la escritura, tenía una vocación innata por la medicina y el cuidado a los enfermos. Dicha pasión fue  motivada por  la gran admiración que ella tenía hacia su padre. Ella aprendió asistiendo y observando al Dr. Manuel Gamero y así logró convertirse en la llamada “médica de los pobres.”

Los  manuscritos, fotografías e instrumentos de su práctica médica, están cariñosamente resguardados por su bisnieta Margarita Walter Sevilla, cuyo sueño es poder abrir un museo  dedicado a su bisabuela “Lila”. Si este proyecto se llevara a cabo, más personas  tendrían acceso a conocer  el ejemplo inspirador de esta visionaria mujer.

 

 

Por Laura Bermúdez