Arturo e Inmaculada llegaron a Honduras por vez primera en el año 2003. Aquel encuentro inicial bastó para cambiar sus vidas y la de los pobladores de las aldeas de Arena Blanca y Buenos Aires. Estas dos pequeñas aldeas cercanas a la ciudad de El Progreso se convirtieron desde ese momento en parte de ellos.

Arturo e Inmaculada llegaron a Honduras por vez primera en el año 2003. Aquel encuentro inicial bastó para cambiar sus vidas y la de los pobladores de las aldeas de Arena Blanca y Buenos Aires. Estas dos pequeñas aldeas cercanas a la ciudad de El Progreso se convirtieron desde ese momento en parte de ellos.

 

Tras una corta estadía en su natal España, con el objetivo de abandonar formalmente su anterior vida empresarial, la pareja regresó a Honduras con la firme misión de construir oportunidades de crecimiento a los niños y niñas de las aldeas y sus familias. Luchando aquí y allá, lograron crear en el año 2006 la Fundación Niños de Guarataro, encaminada a desarrollar  proyectos de educación, alimentación, infraestructura, sanidad y fuentes de trabajo. De esta manera  surgió la idea de montar una escuela diferente, creativa, una escuela que les diera verdaderas oportunidades de salir adelante a los niños y jóvenes. Así nació La Escuela de Artesanía en Vidrio.

 

Poco a poco, la voz se ha corrido y las piezas en vidrio que han comenzado a fabricar los estudiantes comienzan a tomar el valor que se merecen. ¿Por qué son tan extraordinarias estas piezas? Parte de su valor proviene de los extraordinarios maestros que imparten las clases. Los jóvenes son capacitados por la Fundación Centro Nacional del Vidrio, la cual está ubicada en la Real Fábrica de Cristales de La Granja, en Segovia, España. Con una edad promedio de 15 años, los muchachos tardarán cuatro años en graduarse con un título de la institución española. Otra parte del valor proviene de la calidad de los materiales importados con que aprenden a trabajar. El resto es puro talento y trabajo.

 

Como es una escuela creada para darles una verdadera salida de la pobreza y el anonimato social a los jóvenes de la aldea, no existe un taller comercial de producción. Lo que los alumnos fabrican siguen las directrices académicas de los profesores españoles que llegan regularmente al año para enseñar. Son estas tareas y asignaciones lo que se ha comenzado a vender en El Progreso, San Pedro Sula y Copán Ruinas.

 

Es de hacer notar que no existe una sola escuela similar en toda Centroamérica. Los jóvenes aprenden a crear maravillosas piezas en vidrio utilizando sólo los mejores materiales importados de Estados Unidos y Europa, particularmente el preciado vidrio de Murano.

 

En estos momentos, la escuela está a punto de terminar la construcción del segundo edificio que será dedicada a los procesos en frío; todas aquellas técnicas que se emplean para rematar o decorar la pieza de vidrio una vez conformada.

 

Por supuesto, El Progreso no se ha mantenido ajeno a las labores de la fundación.  Destacados médicos, contadores, artistas, autoridades municipales, empresas privadas y otros organismos de voluntariado cooperan constantemente con los Niños de Guarataro. No es de extrañar que dentro de poco los trabajos de los muchachos lleguen a selectas tiendas de Tegucigalpa y otras ciudades del país y el extranjero. Cuando eso suceda, será señal de que no sólo el trabajo en vidrio de Honduras ha cambiado, sino más importante aún, la vida de estos jóvenes artistas que alguna vez deambularon en la tristeza y la oscuridad de la pobreza.

 

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Por Arturo Sosa